La frase está más que manida, pero no por ello deja de ser verdad: este año nos ha cambiado la vida a todos. También ha sido un caño de cambio en algunas de nuestras tradiciones más asentadas. Es el caso de la Fiesta Solidaria del Trabajo y la Alegría, que celebra el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo, desde hace 39 años.
El año pasado, la FSTA (como la conocen comúnmente) coincidió en pleno periodo de confinamiento social. Fue un golpe, porque para los organizadores (el propio centro, la Comunidad Universitaria Francisco Javier y el grupo de Universitarios de los Grupos Católicos Loyola) «es un espacio en el que no solo recaudamos fondos para distintas asociaciones, es un espacio de colaboración en el que se puede vivir más cercana a realidades a las que estamos menos acostumbradas», nos explica Jesús Barroso, profesor de Religión del colegio y enlace del colegio con los organizadores de la celebración.
La FSTA suele celebrarse a lo largo de un fin de semana en el recinto del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid. Este año, sin embargo, se ha alargado durante casi 10 días. «Los principales retos han sido los relacionados con el COVID (aforos, distancias y demás)», nos cuenta María de Pablo, del equipo coordinador y antigua alumna del Recuerdo y del colegio Padre Piquer, y de la Comunidad Francisco Javier.
Organizar una FSTA nunca es sencillo. Mucho menos este año. Curro Pérez de la Blanca nos cuenta que hasta la semana anterior a empezar no se pudieron hacer públicas las actividades . «No sabíamos si iba a haber confinamientos por barrios ni qué medidas se iban a poner».
Como no puede ser de otra manera, los objetivos de la FSTA son concienciar sobre distintas realidades sociales y, además, recaudar fondos para ayudar a las instituciones que se seleccionan cada año. Para Barroso, este formato COVID «ha permitido que tengamos más espacios que otros años para reflexionar y conocer los proyectos». Por eso, aunque nos dicen que la recaudación ha sido exitosa para la realidad que vivimos, el verdero éxito ha sido el de la concienciación. «Poder asignar cada proyecto a una clase ha ayudado mucho a los chicos y chicas», analiza Curro.
Este año han participado 13 proyectos: Cáritas, Pueblos Unidos-Fundación Amoverse, Entreculturas, Bokatas, Fundación Acrescere, Ellas lo bordan, Norte Joven, Casa Santa Teresa, Villa Teresita, Amoverse, Flores de Kiskeya y Fundación Emalaykat y hospital Buen Samaritano.
Las actividades que se han organizado han consistido, principalmente, en talleres para acercar las instituciones sociales a los alumnos, y también celebraciones litúrgicas para los universitarios y miembros de las comunidades. También se han podido organizar actividades deportivas al aire libre, como torneos y, como novedad de este año, yoga o patinaje.
Además, se organizaron algunos espectáculos de magia y de humor para Antiguos Alumnos, padres y madres y participantes de la FSTA, que tuvieron una muy buena acogida.
Una FSTA que «ha sido muy auténtica», en palabras de Jesús Barroso, que «ha ayudado a acercarnos a las realidades de las fundaciones, para tratar de paliarlas y de cuidarlas», como cuenta Curro y «llena de agradecimientos», como nos dice María.
Para escribir este reportaje nos hemos puesto en contacto con sus organizadores, que este año han tenido un papel muy importante. Tanto Curro, como María, como Beatriz Cubillos han representado a sus comunidades en la organización Y la sensación general ha sido que ha salido todo muy bien. Beatriz no aparece en el reportaje por incompatibilidades de agenda al momento de escribir el mismo. Agradecemos a los tres y a Jesús Barroso su tiempo y su esfuerzo.

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