La unción de los enfermos. El sacramento de la fuerza en la debilidad


En la formación de adultos de la parroquia, la serie de los sacramentos nos llevó este martes 16 de abril a asomarnos a un sacramento que a menudo es ignorado, incomprendido y hasta temido: «La unción de los enfermos». En esta ocasión fue José María R. Olaizola, SJ, quien desarrolló la reflexión en la que quiso animar a los asistentes a reflexionar sobre el sentido de este sacramento.

Un sacramento que tiene que ver con el paso del tiempo, la disminución y la mortalidad

Una larga introducción ayudó a enmarcar esta celebración. Se trata de un sacramento que tiene que ver con tres dimensiones de la vida que vamos aprendiendo a acoger: el paso del tiempo, la disminución y, en último término, la mortalidad. Ante todas ellas cabe instalarse en la negación, la huida o la resistencia, pero también cabe una vivencia lúcida que da a la vida sentido y hondura.

Al explicar los elementos de la unción de los enfermos, se insistió especialmente en lo que tiene de «celebración». Evidentemente, no es una fiesta de música y jarana, no es normalmente un momento ni un contexto de euforia como puede ser en el que celebramos otras dimensiones de la vida como es un nuevo nacimiento, o la consolidación del amor. Pero es celebración si somos capaces de vivirlo como comunidad, con acción de gracias, y desde la confianza en el Señor que es Señor de vida y muerte. Jesús, el que pasó por la vida tocando las heridas de tantos, es el Señor al que venimos a encontrar en este sacramento.

Curiosamente, la charla, con un tema tan serio y a veces complejo, tuvo un tono especialmente relajado y con abundantes momentos de humor. Y es que es mejor convertir la debilidad, la disminución y a la misma muerte, en compañeras de camino y no en fantasmas que nos puedan asustar. Precisamente con una alusión a esa «hermana muerte» de la que hablaba San Francisco de Asís terminó la sesión.

HERMANA MUERTE

Un día llegarás,
esperada o imprevista.
No quiero tenerte ni temor ni ganas.
No vienes a quedarte.
Eres solo una estación de paso.
Una parada en este viaje.
Después de ti, espera
quien me soñó desde siempre.
Ni tengo prisa,
ni te tengo miedo.
Miro más allá de ti.
Donde el amor es promesa
y el abrazo será eterno.

(José María R. Olaizola, SJ)


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