Una de las celebraciones más profundas y bonitas del año es la Unción de enfermos comunitaria que la Parroquia San Francisco de Borja suele hacer un sábado del mes de mayo. Así, una vez más han tenido ocasión de compartir esta celebración. Una mirada creyente a la fragilidad que viene con la enfermedad, también al invierno de la vida. Van intentando hacer que esta sea una celebración verdaderamente comunitaria.
Que vengan, no solo personas que van a acercarse al sacramento por encontrarse enfermas o verse un poco en una situación donde quieren irse preparando para esta etapa final del camino; sino que les acompañen sus familias. Que, del mismo modo que para otros momentos de la vida la fiesta gira en torno a los niños que se acercan a recibir la comunión, o a quienes emprenden un proyecto de vida, que en este caso podamos compartir juntos, en comunidad y en familia, la vivencia de la fragilidad.
Así se pudo hacer este sábado (10 de mayo). En una celebración presidida por Pablo Guerrero, en la que animó a vivir con fe y con esperanza esta dimensión de la vida. En la que invitó a pensar con madurez también en su final, que a todos nos espera.
Las palabras de Pablo sobre el amor a los Corintios, que otras veces acompañan bodas, nos ayudaban a entender que también es parte del amor acoger la disminución, el cansancio, la fragilidad… Una celebración preciosa del amor, la amistad y la confianza en Dios que nunca nos deja de acompañar, también en la fatiga y la enfermedad.