Hace cuestión de una semana alumnos de diferentes ramas de la Universidad acudieron a Loyola como peregrinos a la Santa Casa. Y quien peregrina a Loyola debe dejar siempre la puerta abierta a lo inesperado, tal y como hizo San Ignacio hace 500 años. De tal forma que en conmemoración de esos 500 años, los alumnos de Comillas hemos podido descubrir la belleza de un lugar teológico como Loyola durante todo un fin de semana de convivencia.
Sin duda, el viaje desde el kilómetro cero de España al kilómetro cero de la Compañía parecería del todo una carga para quien lo tuviera que realizar. Pero en este caso, también el buen ambiente generado favorecía que estos trayectos no estuvieran exentos de alegría y un poco de marcha.
El sábado, fue quizás el día de mayor intensidad, pues exigía tiempos de reflexión y de recogimiento, bajo el hilo conductor de diferentes charlas. Quedamos impresionados por el testimonio del padre Andrea, cuya experiencia vital fue del todo inspiradora. Al igual que el Santo de Loyola, Andrea nos explicó sus diferentes “cañonazos” con la idea de poder explicarnos los propios. Igualmente impresionantes fueron las visitas tanto a la capilla de Olatz como al propio entorno de Loyola. La propia visita de la Santa Casa quedaría reservada para el domingo, y en la que se celebró una misa en la habitación donde San Ignacio permaneció invalido, y donde gestó su propio proceso de conversión.
Pero, siendo todo esto cierto, creo que todos podríamos reconocer que fuimos a encontrarnos a nosotros mismos, y nos encontramos muchos más. En el recuerdo de todos, tenemos los nombres de aquellos que emprendimos juntos este camino. Terminamos el viaje al son de guitarras, pues la alegría se podía palpar. Pero sin lugar a dudas, creo que muchos salimos reconfortados de mucha gracia y confianza, sabedores que nos queda mucho camino como a San Ignacio