A principios de febrero tuvo lugar el encuentro de la red ignaciana en Madrid. Lo hicieron con el objetivo de vivir mejor el tiempo cuaresmal. El tema fue ‘La transmisión de la fe desde la perspectiva ignaciana’ con las reflexiones del Padre Dinnbier SJ como hilo conductor. Angelo es un jesuita de Benin (África) que se ordenará sacerdote en el próximo mes de junio en Madrid y que acudió a este encuentro. Nos cuenta su testimonio que te dejamos íntegro a continuación:
Hay tres puntos principales que han marcado positivamente este día: la importancia de la indiferencia ignaciana en el ámbito de la transmisión de la fe, la fraternidad como signo y manifestación de la presencia de Dios en nuestra vida y la meditación ignaciana como medio de unidad entre miembros de la red ignaciana de Madrid.
La indiferencia ignaciana como salida de uno mismo
He pensado que podríamos considerar la indiferencia ignaciana como una salida de sí mismo para ir al encuentro del otro, del prójimo para anunciarle la palabra de Dios. De hecho, después de haber escuchado los miembros de mi grupo he entendido que la verdadera indiferencia es la que busca la voluntad de Dios para el bien de los demás. Es decir, pensar ya y siempre en el bien de mi prójimo y allí encontrar mi propia alegría. Sin embargo, para poder llegar a este nivel de fe cristiana, hay que tener una libertad interior que proviene de la indiferencia ignaciana. Esta libertad interior nos permite disponernos a la misión de Cristo y a querer lo que Él quiere para nosotros y no lo que nosotros habríamos querido a causa de nuestro propio orgullo.
Esta salida de sí mismo nos abre los ojos para darnos cuenta de la pobreza existencial que hay en nuestro mundo de hoy. Por ejemplo, nuestro mundo de hoy está marcado por el individualismo, y muchos inocentes sufren a causa de la injusticia. La falta de la justicia en el mundo provoca una situación de temor y de desolación en los pobres. Así, nosotros, miembros de la red ignaciana, ¿cómo podemos percibir la indiferencia ignaciana como una salida de uno mismo, de su zona de confort; traer la paz, la alegría, el alivio a aquellas personas que se encuentren en esta situación dolorosísima?
La fraternidad como signo y manifestación de la presencia de Dios en nuestra vida
En la última cena, el Señor Jesucristo oró por la unidad de los discípulos. Esta oración de Jesús muestra la importancia de la unidad de los creyentes o, mejor dicho, la fraternidad que debe reinar entre nosotros. He descubierto durante este encuentro la fraternidad entre los padres jesuitas y los laicos que comparten juntos una misma herencia, a saber, la espiritualidad de San Ignacio. Ha sido para mí como jesuita un testimonio real de que la espiritualidad ignaciana no es una propiedad exclusiva de los jesuitas sino un bien de toda la Santa Iglesia, que la red ignaciana vive intensa y concretamente.
Y para vivir mucho más esta espiritualidad en un espíritu de “magis”, me he dado cuenta de que, al compartir la experiencia en mi grupo, muchos quieren seguir viviendo esta experiencia de fraternidad a través de los futuros encuentros de la red ignaciana en Madrid. Personalmente, la fraternidad puede ser más visible, obviamente con la multiplicación de los encuentros, pero sobre todo con nuestro acercamiento a los pobres. Los pobres no son necesariamente quienes sufren una necesidad material.
Puede ser mucho más una persona que necesita nuestra sonrisa, una persona que necesita ser escuchada… En definitiva, estamos más que nunca llamados a proclamar el evangelio por medio de nuestra manera de vivir, pues a la gente no creyente, le gusta lo concreto, lo visible, en una palabra, nuestro ejemple de vida como personas inspiradas por el carisma ignaciano. Nuestro padre Ignacio ya nos dio el ejemple de cómo acercarse a los pobres.
La meditación ignaciana como medio de unidad entre miembros de la red ignaciana de Madrid
Ya conocemos la importancia de la meditación ignaciana. Sin embargo, desde mi punto de vista, el hecho de practicar juntos la meditación ignaciana puede ayudar a la red. Es decir, una experiencia como la de la vez pasada es una ocasión para compartir la misión que lleva cada uno y al mismo tiempo para animarnos mutuamente. A imagen de los primeros compañeros que se apoyaban mutuamente, debemos nosotros también seguir con este ejemplo en el ámbito de la misión para avanzar. La pregunta más importante es: ¿cómo poner esto en práctica?
No me atrevería a dar una respuesta, sino sugerir que esta pregunta nos anima a cada uno a tener el gran deseo de encontrar y realizar muchas más actividades en común para la gloria de nuestro Señor Jesús Cristo. La transmisión de la fe desde la perspectiva ignaciana es un asunto de unidad, de fraternidad y de convivencia para cambiar o llevar a los pobres el evangelio del Señor en un mundo marcado por la injusticia. He recibido mucho bien por parte de la red ignaciana durante este día. La pascua es una fiesta de la alegría. ¿Cómo pensamos compartir esta alegría pascual con los pobres que nos rodean?