Origen de la imagen en la parroquia de S. Francisco Javier. Ventilla

En el curso 1975‐76 fui destinado a la Escuela Profesional “P. Piquer”, fundada por el P. Heliodoro Fuentes S.J. y mantenida por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, pero cediendo la propiedad de la iglesia de S.Francisco Javier y su escuela adyacente, del tiempo de S. José Mª Rubio, y en la que dieron la vida sus maestros “Mártires de la Ventilla”.

Después de ir conociendo la complejidad que suponía para mí la dirección de la Escuela, dada mi poca experiencia, comprobé que no tenía ninguna titularidad de santos de la Compañía. Solo el recuerdo del P. Piquer, benemérito sacerdote diocesano de Madrid, creador de la Cajas de Ahorros, y del que tomaba nombre la Escuela. S. Francisco Javier solo quedaba asociado a la nueva y espectacular parroquia. Lo que para mí era más importante es que la Escuela no tuviera una imagen de la Virgen como propia y original, siguiendo la tradición mariana de nuestros centros de enseñanza.

Me puse en contacto con Jesús Otero, acreditado escultor de Santillana el Mar. Tomó la propuesta con mucha ilusión. Comenzó la obra a partir de una vieja viga de roble, pero su quebradiza salud le impedía terminarla con la celeridad que le pedía. Casi terminada falleció. Ahora se conserva en su propio museo de Santillana.

Por aquella temporada la casa Noviciado‐Juniorado de Aranjuez se cerró, y la Provincia de Toledo daba pasos para su venta. Entonces me acordé de que en la Iglesia del Juniorado había una inmensa imagen de la Virgen, obra del escultor Vicent, y que podría encajar muy bien en el frontal de ladrillo de la parroquia de S. Francisco Javier de la Ventilla. Obtenido el consiguiente permiso del Provincial, nos pusimos a la tarea del traslado. Con la habilidad y destreza
de Manolo Blanco, encargado de mantenimiento y sus hábiles colaboradores, se descolgó la imagen para ser colocada en la Ventilla, con toda clase de precauciones. A todos les pareció un acierto. No puedo identificar la fecha. Tampoco se hizo una fiesta especial de entronización. Pudiera ser a final de curso de 1977.

Ahora quedaba la cariñosa tarea de asignarla una advocación. Creo que estábamos en el mes de Mayo, y propuse a toda la Comunidad Educativa, incluyendo a la totalidad de los alumnos, que participaran en una encuesta para designarla un nombre. Confeccionamos una lista con más de cien nombres, poéticos, tipo letanías, prescindiendo de los tradicionales. Buscábamos algo propio y original, ya que no había tradiciones anteriores. Después de recoger los
resultados, volvimos a confeccionar otra lista con las diez más repetidas. Entre ellas estaba “Madre de la Luz”. Nos dimos cuenta del acierto, porque era “Madre” y con el apelativo de “Luz”. Nos permitía ponerla como fecha titular el 2 de Febrero, la Visitación de la Virgen y fiesta de la Candelaria. Coincidía en medio del curso, y así podría ser la fiesta titular de la Escuela. Después comenzó toda la campaña de divulgación.

Como la imagen tenía algún desperfecto me puse en contacto con el propio escultor para que la restaurara. (Vicent había sido en aquellos años el escultor preferido, al menos en la Provincia de Toledo, con imágenes importantes como la del Recuerdo, Escuelas de Aranjuez y Ciudad Real, el Cristo para las aulas de todos nuestros centros…).

Con gusto se puso a la tarea, y al terminar, le insinué si podría hacer una imagen grande de un Cristo para que presidiera el altar mayor de la Parroquia. El famoso Pablo Serrano, había esculpido la estatua de S. Francisco Javier para la entrada de la parroquia, pero los vecinos la apodaron el “Monstruo”. Además, en su mismo estilo, modeló en bronce un Cristo pequeño para el altar mayor, que pese a su valor artístico, a los fieles no les gustaba porque les recordaba a un “lagarto”. Lo pasamos al despecho parroquial, pero la iglesia necesitaba un Cristo. Vivent se puso a la obra con una imagen original, porque es un crucificado aún vivo.

Ante la Caja de Ahorros, se firmó un documento en el que constaba que la imagen de la Virgen era propiedad de la Compañía, ya que el conjunto del edificio ‐ Iglesia, escuela y residencia – eran dueña de la propia entidad.

Texto original de Jaime Peñaranda, SJ


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