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En su periplo por la geografía española, María Luisa Berzosa, FI, ha pasado por el barrio de Ventilla para contar su experiencia del Sínodo para la Amazonía. Berzosa es Consejera de la Secretaría General para el Sínodo.
Bajo el título «Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral», Berzosa ha explicado que contar el Sínodo “es la mejor manera de agradecer” esta experiencia de Sinodalidad.
La exposición la ha introducido Seve Lázaro, SJ, director de Casa San Ignacio que le ha dado la bienvenida y ha agradecido a los asistentes su presencia: “somos nosotros quienes tenemos que tomar conciencia de la realidad del mundo”, ha dicho.
También ha aprovechado para presentar la exposición “La Amazonía que nos llama”, realizada por Entreculturas. Esta exposición ha estado expuesta en el claustro de Jesuitas Maldonado y ahora quedará en la Parroquia San Francisco Javier y San Luis Gonzaga (calle Mártires de la Ventilla, 34) hasta final de año.

La religiosa, como habitualmente, comenzó la ponencia explicando el sentido de los Sínodos, su tradición y su importancia. Este Sínodo es especial “porque se centra en un territorio concreto”.
Con motivo de esta presentación, María Luisa Berzosa ha contestado a nuestras preguntas:
Si tuvieras que resumir el Sínodo en tres mensajes, ¿cuáles serían?
Primero la escucha. Escucha empática, respetuosa, con mucha libertad, con mucha profecía, con mucha denuncia.
Segundo, la Sinodalidad. Vivida en el aula, vivida en los grupos, como experiencia compartida de participación, de sentirnos protagonistas del proceso.
La tercera serían la libertad, el respeto, la acogida desde el corazón a todo lo que se iba proponiendo tuviera que ver con tus puntos de vista o no.
Desde ese sentido, mucha apertura y mucha acogida a exponer, a ofrecer, a proponer y a recibir.
¿Por qué ha causado tanto revuelo este Sínodo si es un Sínodo que, en origen, era de ámbito regional?
Nosotros siempre decíamos que era un Sínodo territorial, no temático. Que ha sido controvertido porque se ha focalizado en la Amazonía, no como algo coyuntural, geopolítico y geográfico, sino como foco sobre el mundo, sobre el resto del planeta. Para mí ha sido una explicitación de la Laudato Sí.
La Amazonía es un bocado apetitoso y desde el punto de vista económico hay muchísimos intereses. No se respetan ni a los pueblos, ni el medio ambiente, ni la naturaleza. Y, a ver, hay intereses de una parte y de otra. En ese sentido ha sido controvertido porque quizá se pensaba que la Iglesia no iba a entrar en los aspectos de la Laudato Sí. Pero justamente es una encíclica que afecta a todo ser viviente del planeta, creyentes o no creyentes.
Desde ese punto de vista abarca muchos lugares del planeta y, al mismo tiempo, controvertida.

¿Está la Iglesia tan dividida dentro de un Sínodo como lo parece desde los medios de comunicación?
En lo interno del Sínodo, no. Cuando una está dentro del aula, en los grupos, en el ambiente sinodal y escucha las voces de fuera y los medios, queda sorprendida porque no hay esa división. Hay posturas diversas – obviamente-, muy diversas y de oposición. Pero no se ha visto fricción ninguna ni lucha de poderes, sino diversidad de opiniones y de intereses. Las voces de fuera eran, justamente, de fuera.
La oposición o resistencia que yo sentía dentro no era sobre puntos fundamentales, sino secundarios que se defendían con mucha fuerza. Dentro del Sínodo ha habido relaciones cordiales, naturales, sin rol – nadie tenía rol, sino que era el Papa el último responsable- y las relaciones sencillas y espontáneas han creado un ambiente buenísimo para el trabajo. Que, por otro lado, ha sido intenso.
¿Vamos hacia una Iglesia en que la mujer vaya a tener más peso, más reconocimiento?
Sí. Vamos despacito, pero vamos. Creo que sí.
La presencia de mujeres aborígenes y no aborígenes dentro del Sínodo ha hecho mucha fuerza. El número de mujeres en el Sínodo de los jóvenes era de 10 o 12 y ahora hemos sido 40. Pero no solo el número, sino el peso que las mujeres están desarrollando en la Amazonía.
Y a nivel pastoral, el Papa ha dicho que busquemos nuevas formas y seamos creativos, porque no hay sacerdotes. Entonces, ¿hay una dimensión pastoral que si no hay sacerdotes no se puede atender?
De alguna manera, la mujer está haciendo gran cantidad de servicios pastorales que no son reconocidos, o visibilizados. Yo, que soy muy optimista, espero que eso vaya avanzando por las necesidades históricas, pero también por una comunidad de mayor igualdad en la Iglesia. Se va viendo. Y espero que se vaya teniendo en cuenta.