Estudia para cambiar el mundo: inspiración en la «desesperación»

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La Pastoral de la Universidad Pontificia Comillas incia por tercer año la campaña «Estudia para cambiar el mundo»

Abril, mes de alergias y de cambios de temperatura. Características que bien pueden ilustrar el estado de ánimo de los pasillos de la universidad; porque abril es, sin duda, y, antes que nada, el mes previo a exámenes. Por esta razón y con los mejores deseos de ánimo, el Servicio de Pastoral de la Universidad Pontificia Comillas, vuelve a poner en marcha, y por tercer año consecutivo, la campaña: “Estudia para cambiar el mundo”. Esta idea, surgió por un grupo de colaboradores de la Pastoral que creían firmemente en que la espiritualidad ignaciana tiene algo que decir también en la época de los exámenes (tan peliaguda para todo estudiante) y los “para qué” de las largas y duras horas de estudio.
Comenzó con la búsqueda y selección de frases de personas conocidas que resultaran inspiradoras y/o cuando menos, motivadoras. Ahora, este pequeño gesto, se está convirtiendo en tradición; hasta tal punto, que el resto de jóvenes universitarios empiezan a preguntar y: “¿y las frases? ¿cuándo las ponen?”
Pero no será tradición por inmutable en su forma, pues también esto es un reto en cada edición. Desde aquella primera ocasión en que se juntaran y seleccionaran veinte frases, mandadas a imprimir en cartelas sencillas, que se repartían por las mesas de las bibliotecas, se pasó a que algunos de los propios alumnos más cercanos a la Pastoral presentaran sus propios pensamientos.
En los exámenes de enero del presente año, la novedad quiso ser elegir “la mejor frase” de todas las propuestas y, en esta ocasión, el Equipo ha puesto unas urnas en las Bibliotecas de la Universidad, donde se invita a todos los alumnos y alumnas a ser los protagonistas de las cartelas.
Además, como tradición, tiene su rito: una vez situadas en las mesas, algunos alumnos, puede que entre estresados, ilusionados, exhaustos y ensimismados, se dedican a dejar respuestas en las propias cartelas; otros, deslumbrados por alguna, las sustraen, quién sabe si como trofeo de unos cuantos buenos y merecidos aprobados, o el recordatorio agradecido del porqué de tanto sacrificio, pero lo cierto es que a nadie deja indiferente, y eso, ya es mucho.